martes, 16 de julio de 2013

El anciano de Sorrento

Una gran roca en medio del mar y un azul profundo,  tan profundo como el sueño más atesorado que guarda en su corazón. Hoy curiosamente lo cautivaron dos muchachos que viajaron con él hasta la isla de Capri. "En el viaje de ida no me di cuenta de su presencia, quizá podríamos haber simulado ser amigos y platicar de la vida y los sueños por venir". Pero no. De la misma manera en cómo él hace las cosas siempre, por corazonadas e intuición, se dejo emprender hacia donde los sonidos de la gente lo guiaban. En su interior siempre recordaba las palabras "es bueno estar con la gente, uno no debería de encerrarse todo el tiempo", con el objeto de convencerse a sí mismo la mentira que día a día se construía para salir a dar un paseo. Así entonces siguió los pasos de los demás con la misma sintonía de sus propios pasos. Que ridiculez  y que patético era montar aquélla escenografía con gran disciplina cada día de su vida. El sol brillaba y las hojas verdes guiaban el camino con tanta belleza. Hermosos caminos trazados perfectamente. Al seguir caminando de manera intuitiva interrumpió imprevistamente su paso y se preguntó: ¿por qué sigo viajado a Capri? Y entonces, ante sí mismo, surgió el esplendor, los colores y el horizonte que cada día lo hacían regresar hasta allí. No había nadie a su alrededor, sino solamente un gran vació enfrente de él y el temor a caerse.
Sin reparar en ello, la pareja que el día de hoy viajó con él, estaba justo atrás. Sólo aguardaban un momento para ellos mismos unos minutos antes del atardecer. El brillo de los ojos de los enamorados era imprescindible. Sus miradas reflejaban la dicha de estar aquél día juntos para ver tal paisaje que resplandecía aún más en un día tan soleado en invierno. Cuando se dio cuenta que ellos sólo esperaban que él los dejará solos, inmediatamente se fue. Subió unas cuantas escaleras más y guardo una mirada hacia ellos con la discreción que más se pudo permitir. Otro recuerdo de amor para llenar su corazón vacío de sueños con anhelo.  Eso fue todo. La sonrisa de ellos lo cautivaron, lo hirieron de forma inexpresable. Ella resguardaba su frente en los brazos de él. Él miraba a la lejanía mientras el sol se ocultaba. El anciano guardo una lágrima en su saco y regreso a casa.


Diciembre 2012

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