Sensación relajante.
Situación agradable.
Lo he logrado, ya que un poco más y pierdo el tren con cinco compañeros agradables hacia Leipzig.
¿Quiénes son? Presumiblemente todos estudiantes. Personas simpáticas, abiertas y al parecer confiables. Podría comenzar una conversación agradable de un momento a otro. Cuando todas las condiciones están establecidas, todo es posible.
Un viaje de 8 ó 6 horas a un precio formidable a través del conocido Mitfahrgelenheit y con una atmosfera excepcional.
Quizá no sea malo abrirse de vez en cuando, quizá no sea malo probar simplemente cómo son las cosas con distintas personas, me lo repetía constantemente al estar ahí con los demás.
Uno está acostumbrado a lo cotidiano, lo normal y lo establecido. De igual modo, uno se acostumbra al estar siempre en conflicto, como manera de sobrevivencia. Lo que yo creo es, sin duda, estar en desacuerdo con la normalidad, la convención.
Entonces recuerdo la frase de ella "si no estás abierto, nunca llegarás lejos... y ustedes ya han llegado muy lejos". No hay que cerrarse, de lo contrario todo se pierde en el camino.
Pláticas sencillas.
Pláticas sin voluntad.
Para pasar el tiempo, para no causar estrés, para conocer a la otra persona e inferir algo y saber si su alma es benévola o maligna.
Todo aquello no tiene sentido. Son estupideces. Para mi significa lo mismo, ya que todos nos ocultamos debajo de máscaras, una y otra vez.
El otro día platicaba de mis sueños a Daniela, a quien conocí años atrás y un día sin previo aviso, y para sorpresa de ambos, coincidimos en la calle en dirección a nuestros respectivos trabajos, los cuales no tenían que ver nada en absoluto. Al primer momento fue imposible reconocernos. Sin embargo, la simultánea pregunta que ambos nos hicimos en nuestro interior fue la pauta para que nos viéramos con más detenimiento a los ojos. Entonces lo supimos: realmente eramos nosotros. Una mirada revela el interior de cada uno. Aunque las nuestras se han transformado a lo largo de los años, siempre seguirán siendo el reflejo vivo de una parte de nuestras existencia pasadas. Ahora, sin embargo, nuestras miradas sufren del proceso natural del enfriamiento que se da al crecer. Al transcurrir los años las esperanzas se vuelven menos nítidas y el viento hace más veloz el paso de los años que se desintegran violentamente. Tu mirada ha cambiado, la pesadez de los años deja verlo. Infiere ella y empieza a cuestionarme. ¿Te va bien? Cuéntame tus sueños, cuéntame las ilusiones que alguna vez tuviste. ¿Dónde se han ido? En la mañana no recordarás más esta conversación. No podía responder a sus preguntas y, en todo caso, deseaba cubrir mi rostro entre las hojas de los arbustos. Simplemente no lo sé, respondí.
De un momento el camino se acortó y ya solo quedamos dos personas de todo el viaje. A las 11 de la noche llegué a Leipzig.
Otoño 2012.
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